domingo, 24 de octubre de 2010

Primero vinieron a por los musulmanes...

Anda, que flaco favor nos ha hecho nuestra querida canciller...

En el Día de Alemania de las juventudes de la CDU (la Unión Cristiano-Demócrata, el equivalente del PP en España), a Angela Merkel no se le ocurrió nada mejor que declarar que el multiculturalismo en Alemania ha fracasado ("Multikulti ist gescheitert"). Esto venía a la estela de unas declaraciones del presidente de Baviera, Horst Seehofer (del partido hermano de la CDU en Baviera, la unión Social-Cristiana o CSU), en las que afirmaba que Alemania debería restringir la inmigración de Turquía y otros países de cultura musulmana, y potenciar la entrada de mano de obra altamente cualificada. Esto lo vino a completar con la afirmación de que

"Wir fühlen uns dem christlichen Menschenbild verbunden, das ist das, was uns ausmacht. Wer das nicht akzeptiere, der ist bei uns fehl am Platz".

O traducido:

"Nos sentimos ligados a la concepción cristiana del hombre, que es lo que nos constituye. Quien no acepte esto se ha equivocado de sitio entre nosotros".


Lo cual es una afirmación bastante atrevida en un estado aconfesional. Me voy a permitir remitirme a esta tabla, según la cual un 25% de los alemanes se declaran ateos.

El follón vino provocado, creo, por el discurso del presidente federal alemán Christian Wulff (del mismo partido, la CDU) en el vigésimo aniversario de la reunificación alemana en el que, entre otras cosas, declaró que la cultura musulmana es hoy parte de Alemania. El discurso está aquí en español. No hace falta decir que el discurso levantó ampollas en su propio partido. Para compensar, la semana pasada, delante del parlamento turco, declaró que el cristianismo pertenece a Turquía. Con un par.



Hay que entender que el cargo de presidente federal en Alemania es un cargo ceremonial y de representación, y generalmente, el presidente federal tiende a ser una especie de "defensor del pueblo", manteniendo posturas más conciliadoras que las del gobierno en sí, y criticando medidas impopulares (y en alguna ocasión, negandose a ratificar leyes).

Y tengo la impresión de que el discurso se redactó así para contestar a la polémica que se formó este agosto con la publicación de "Deutschland schafft sich ab" ("Alemania se desmonta"), del ex presidente del Bundesbank Thilo Sarrazin. Ex presidente porque el escándalo que provocó el libro le obligo a dimitir de su cargo. En el libro, Sarrazin defiende la tésis de que la excesiva inmigración procedente de países musulmanes, con baja cultura y alta tasa de natalidad, va a provocar el colapso del sistema de prestaciones sociales. Y además, la disminución del nivel de educación va a tener como resultado un acusado descenso del nivel cultural en Alemania y la destrucción de la productividad alemana. El libro no lo he leído (algunas de las tésis me parecen decimonónicas), pero los partidos que mantienen abiertamente estas tésis son normalmente los de extrema derecha - el escándalo se formó porque el señor Sarrazin pertenece (más bien, pertenecía) al partido socialista alemán (SPD). Y atentos al apellido del muchacho...


Hay que dar un poco de contexto. En primer lugar, a los bávaros se les tiene por algo "especiales" dentro de Alemania - y no el el buen sentido. La CSU generalmente mantiene posiciones más conservadoras que la CDU, y a nadie le espanta mucho lo que tenga que decir un político bávaro. Que la canciller se adhiera a las declaraciones sin matizarlas sí es sorprendente, pero sospecho que están a la caza de los votantes que se sitúan a la derecha de la CDU. Hay elecciones estatales en Baden-Württemberg en marzo, y los verdes han superado el 30% de intención de voto en las encuestas, algo inaudito (en parte por el follón que tenemos montado en Stuttgart con la renovación de la estación de tren, sobre el que también estoy escribiendo). La CDU se enfrenta a la pérdida de este estado (que gobiernan desde hace más de 40 años), y me figuro que están buscando el voto de los alemanes de derechas frustrados que no se encuentran representados por los grandes partidos. Por fortuna, igual que en España, en Alemania no hay partidos establecidos de extrema derecha. Está el NPD, en estado semi-legal, pero hoy por hoy, a nadie que les vote se le ocurriría decirlo en público, al menos en Alemania occidental (en la antigua Alemania del Este es otra cuestión).
Lo que sí es algo preocupante es que, según este artículo del Spiegel, las ideas de Sarrazin están más extendidas entre la población alemana de lo que uno pudiera imaginarse, dado el poco apoyo de los partidos de extrema derecha en Alemania.

Esta preocupación viene contrastada con el hecho de que el partido que más provecho está sacando de la frustración de los alemanes, el partido verde, es defensor acérrimo del multiculturalismo hasta el punto de que su secretario general, Cem Özdemir, es hijo de inmigrantes turcos.



Y digo "flaco favor", porque, aunque el tema merece ser debatido públicamente, declarando que el multiculturalismo ha fracasado, la canciller nos mete en el mismo saco a los que hablamos alemán y nos esforzamos por adaptarnos a las costumbres alemanas y a los que no. Véase esta tabla del Instituto Federal de estadística: ¿cuántos de los extranjeros en Alemania provienen de culturas que "sin voluntad de integrarse"?

 Posiblemente no haya que entenderlo así - alguno me explico hace años, cuando vivía en Frankfurt, que cuando se habla en Alemania de inmigrantes o de extranjeros, generalmente se hace una distinción inconsciente entre los comunitarios y los no comunitarios.
Pero algunos alemanes no lo entienden así, visto lo que ha escrito la gente en los foros del Spiegel (que no es prensa amarilla, al contrario). Cuando leo que alguno propone dar prioridad a un alemán antes que a un extranjero a la hora de conceder un puesto de trabajo...
Por lo menos, unos cuantos pusieron a los italianos y a los españoles de los años sesenta como ejemplo de buena integración (?).

Y visto lo que escribe la gente, cuando alguien atienda mal en un comercio, o no me inviten a una entrevista de trabajo, o un compañero de trabajo se ponga borde, ¿tendré que entender que es por que no soy de aquí?

¿Tienen los alemanes un motivo para estar frustrados? Esta es la cuestión: que Alemania sea la locomotora de Europa ha tenido consecuencias para el alemán medio. Hasta los años ochenta, según me han contado, se vivía bastante bien en la Alemania occidental. Pero desde entonces, la percepción de los alemanes es que les ha tocado pagar la reunificación alemana, la ampliación de la Unión Europea hacia el este, y la acogida de masas de inmigrantes que no se integran o se integran mal y hacen uso de las amplias prestaciones sociales alemanas. Prestaciones que tanto los gobiernos de izquierdas como de derechas se están entreteniendo en desmontar. De estas cosas ya me hablaba la gente hace nueve años, cuando vivía en Frankfurt. Debido al pasado político de Alemania, para hablar públicamente de estos temas hay que llevar guantes de seda, y por eso, muchos ciudadanos se sienten frustrados y desconectados de los partidos mayoritarios, que no representan sus intereses.



Y si puedo aportar mi opinión totalmente subjetiva como inmigrante, diré para empezar que sólo hay tres cosas de Alemania que no me gustan: hace mal tiempo a menudo, la gente es más bien reservada, y hay un excesivo amor por la reglamentación. Y por quejarse - a los alemanes les encanta quejarse.

En Alemania no se vive mal. De hecho, si fuera a tener hijos, preferiría criarlos aquí que en España. El problema es que, con la baja tasa de natalidad, y el crecimiento de la economía alemana (basada en la exportación), hace falta mano de obra extranjera, y se han importado más inmigrantes de los que la sociedad alemana puede asimilar.
Atentos al detalle: que la economía alemana esté basada en la exportación significa que puede crecer independientemente de que la demanda del mercado interior se contraiga. Por eso crece incluso mientras cae la natalidad.

Aquí es donde me voy a mojar: la sociedad alemana, igual que la mayoría de las sociedades europeas, no está orientada a la inmigración. Y me voy a explicar seguidamente, antes de que nadie se enfade.

Pensemos en la sociedad abierta a la inmigración que siempre se pone como ejemplo: Estados Unidos. Los Estados Unidos están fundados no sobre una idea étnica, sino sobre ideales abstractos: el derecho a la vida, a la libertad, a la búsqueda de la felicidad (nada de reirse, esta es la teoría). Además, prácticamente todo el mundo en Estados Unidos es inmigrante, hijo o nieto de inmigrantes. Y siendo que los americanos son muy hábiles haciendo propaganda de sí mismos, es fácil identificarse con estos ideales y sentirse orgulloso de ser americano: este orgullo es el enlace entre las diversas culturas asentadas en Estados Unidos: uno puede ser asiático, o hispano, o negro, pero todos son americanos. El problema allí es que, a la segunda generación, los hijos de inmigrantes han perdido las tradiciones y la lengua originales.

En Europa, en cambio, la idea de nación está construida alrededor de la idea de etnia. El aglutinante, pues, de una nación es el hecho de que todos pertenecen a la misma etnia o cultura. En Alemania, adicionalmente, hay un problemilla: debido a cierto alboroto que se organizó entre 1933 y 1945, está muy mal visto el nacionalismo. Esto, unido a la costumbre de quejarse que he mencionado más arriba (especialmente, quejarse del propio país), hace que un inmigrante no pueda identificarse como alemán. Todo el mundo necesita tener un grupo con el que identificarse y en el que sentirse acogido. Así es que un turco de segunda generación... se sigue identificando como turco.


¿Cómo va a alguien a sentirse orgulloso de ser alemán si los propios alemanes son tan críticos con ellos mismos? Con un país ordenado, una burocracia razonablemente eficiente (compárese con España), un sistema de protección social envidiable (véase España), protección al trabajador (ríete tú de España) y respeto por el medio ambiente (¿he mencionado los montes de España?), a veces, escuchando a los alemanes, uno tiene la impresión de que estamos por detrás del Congo.

Así es que, debido a la falta de orgullo nacional, y al exceso de tolerancia mal entendida, se han formado sociedades paralelas que se han integrado mal en la alemana, y en algunos casos son hostiles a ella.

Hay un problema con algunos musulmanes, para qué negarlo. Y es este: debido a que llevamos varios siglos dándonos de tortas en Europa por la religion, en las sociedades modernas, la religión está muy atenuada, y es generalmente un asunto privado. Sentado a la mesa con los compañeros del trabajo, no tendría idea de quién es católico o quién es evangélico. Además, se da bastante manga ancha a la hora de seguir los preceptos de la religión.
Pero el Islam no es así. Hay una serie de reglas que se siguen a rajatabla: qué comer, cuando ayunar, cuándo rezar, qué ropa llevar, cómo tratar al sexo opuesto... y algunas de estas reglas chocan frontalmente con la forma de pensar occidental. Además, si uno busca un sentimiento de comunidad, el Islam lo facilita, de forma que es fácil declararse musulmán antes que alemán. Uno esperaría que el contacto del Islam con la sociedad occidental lo suavizara y lo desplazara a la esfera privada, igual que el catolicismo, por ejemplo. Pero eso podría tardar décadas - hace treinta años, el divorcio aún era ilegal en España, y el adulterio era delito.

Para concluir esta verborrea (como siempre, me he extendido mucho más de lo que tenía intención), diré que no creo que sea necesario salir por piernas de aquí (todavia), y que sería importante que el problema de la integración se debata públicamente sin tapujos como hasta ahora - es loable el trabajo del presidente Wulff, ofreciendo la cara amable y conciliadora de Alemania.

Siendo que los inmigrantes son y serán necesarios en el futuro, sería deseable tanto ejercer la tolerancia con las costumbres ajenas como exigir la tolerancia con las costumbres propias: la libertad de uno acaba donde empieza la libertad de los demás. Y sería necesario encontrar ese aglutinante de la sociedad alemana que permita identificarse a todos los ciudadanos con el país en el que viven. Y encontrar ese hilo conductor no se puede dejar en manos de políticos que practican la demagogia.